mientras Rosario se levantaba para abrir la ventana que daba al puerto de la pequeña ciudad en que vivía, Estela, su compañera de cuarto preparaba el café en la cocina, era un pequeño departamento, pequeño pero acogedor, las dos amigas habían llegado desde el norte del país, buscando un mejor lugar que las alejara de aquella ciudad que las había visto crecer y que las había llenado de tanta dicha y desdicha, fué el verano pasado cuando decidieron probar suerte en la costa, ya habían escuchado que había muchas oportunidades para salir adelante, rosario, mientras vivía en la ciudad era secretaría, pero dominaba el inglés y el francés, y siendo esta una ciudad costera pequeña pero llena de turistas, ampliaba su campo laboral, estela, en cambio era ingeniera, del mismo modo los pequeños y crecientes comlejos turísticos que comenzaban a surgir por aquí y por allá le habían dado una excelente oportunidad laboral, ahora las dos tenían un buen trabajo.
Ese día por la mañana seguían su rutina, rosario salia a comprar lo necesario y estela preparaba el café y tostaba el pan, ese día no tenía nada de peculiar, el sol brillaba, se escuchaban las gaviotas y el suave oleaje del cercano mar, la brisa entraba por la ventana.
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